“Judas Priest. Los Dioses del Metal”.
Existe un sentido común que relaciona la escritura de un buen libro a una persona dotada de una sabiduría particular, a una capacidad que lo distingue del resto de sus pares. Se estima, en definitiva, que ser capaz de construir un texto extenso, que articula una historia coherente, no es tarea para cualquiera. Enfrentados a la lectura del trabajo de Marc Milà Hernández “Judas Priest. Los dioses del metal” (Quarentena Ediciones, Barcelona, España, abril 2008, 282 páginas), representa una buena oportunidad para discutir este supuesto. Su autor deconstruye las presentaciones tradicionales de los escritores: no se define como tal, tampoco es periodista, nunca ha escrito un libro ni tampoco piensa escribir otro luego de esta, su prima donna. ¿Cuál es la motivación del autor?, fundamentalmente, su fanatismo visceral por la legendaria banda oriunda de Birmingham. El autor, que bordea las cuatro décadas, despliega a lo largo de su obra una enorme batería de documentación referida a sus ídolos. Entrevistas, comentarios de discos, vídeos, incluso un set fotográfico que incluye las entradas a los conciertos que asistió en su España natal, dan forma a su particular texto, presentado por los editores como el primero originalmente escrito en español. Este material acumulado seguramente por décadas, ubican a Marc Milà como un profundo conocedor de la obra y trayectoria de los Sacerdotes.
Una obra escrita por un fanático del objeto de su trabajo, de antemano presenta dificultades. ¿Será objetivo en el tratamiento de las situaciones más complejas de la historia de la banda?, ¿o estamos en presencia de un apologista que nos entregará páginas plagadas de adulaciones a sus ídolos?; ¿será una larga oda de adoración a los “Dioses del Metal”, como nos insinúa el propio título del libro?. En este sentido, nos parece que el texto que aquí comentamos posee un conjunto de fortalezas que justifican y recomiendan su lectura. En primer lugar, el autor nos ahorra todo rasgo de comentarios zalameros, optando por convertirse en un atento cronista de la trayectoria de los Sacerdotes. Además, es muy conservador en las valoraciones sobre su discografía. De manera muy diplomática, plantea su preferencia por el “British Steel”, elevándolo por sobre la etapa de la década de los setenta. En tercer lugar, evitando las adjetivaciones, al lector le quedarán en claro los contextos en que se produjeron cada disco de la banda. En este sentido, estimo que un buen texto es aquel que es capaz de darse entender sin caer en exageraciones ni tremendismo. Por ello, se le agradece a Milà que solo nos cuente que hasta el “Sad wings of destiny”, todavía los integrantes de la banda debía trabajar en diversos oficios para costear su existencia. ¿Se imaginan a Tipton revolcándose en la tierra mientra arregla el jardín de sus casa?, o ¿cómo sería tener a K.K.Downing martillando en una fábrica?. El caso de la precariedad económica inicial de Judas Priest no es utilizado por el autor para engrandecerlos, sino para constatar que debieron enfrentar adversidades como todo el común de las personas. El camino a convertirse en los “Dioses” no fue un trayecto de miel sobre hojuelas, sino que uno muy duro construido en base a mucho trabajo. Por eso, nos parece que el principal aporte de este libro escrito por alguien que no está ligado ni depende de la industria de la música, es que nos conecta a tierra a esta legendaria banda. Ni dioses caídos del cielo, ni genios por naturaleza, ni tocados por varitas mágicas. Milà relata una historia eminentemente humana, plagada de grandes momentos, pero también compuesta por capítulos oscuros donde afloran las miserias humanas. En definitiva, este texto tiene la enorme virtud que interesará no solo a los seguidores de Judas Priest, sino a quienes quieran conocer un fragmento importante de la historia musical contemporánea. Para el fanático, viene el detalle de la composición de todas sus canciones hasta el “Angel of retribution”, quiénes protagonizan los solos de guitarras y las fases de los eléctricos duelos entre Tipton y Downing.
Es sabido que ningún texto es completamente neutral, no existe la objetividad o neutralidad absoluta. Marc Milà no es la excepción y aunque no lo señale claramente, en las páginas de su libro se dejan traslucir sus preferencias. En efecto, probablemente por el tipo de fuentes que utilizó (las de la prensa abierta), esta biografía de los Sacerdotes, aunque en su portada salga solo su vocalista, lo que aparece a todas luces como una injusticia, se apega a la versión de la historia de Downing, Tipton y Hill, más que a la de Rob Halford. Este último aparece como el responsable de la cuasi desaparición de la banda a principios de los noventa. La crónica de la separación del núcleo vital de los Priest es la parte más llamativa del texto. En ella se configura la imagen de una banda golpeada por el juicio que se llevó en su contra en Estados Unidos por el caso de dos jóvenes suicidas, a fines de los ’80, supuestamente impulsados a ello mientras escuchaban el “Sad wings of destiny”; que a pesar del éxito de “Painkiller”, cada vez se hacía más necesario para su vocalista, el “Metal Gods” Rob Halford iniciar una trayectoria solista. En esta coyuntura crítica, el vocalista decide romper la banda e inicia un largo silencio de 7 años con sus amigos de toda una vida, solo quebrado por hostiles declaraciones de prensa. Cual “angel caído”, Halford llegó a declarar el fin del metal. De esta manera, el autor eleva a la categoría de verdaderos sostenedores del grupo a Tipton y Downing, que siguieron enarbolando las banderas del metal pesado. Por el mismo motivo, el polémico sucesor de Halford, el norteamericano Tim Owens también se le dispensa un buen trato, pues su compromiso con el proyecto Judas Priest, señala el texto, habría sido fundamental para asegurar su continuidad. Como especie de retorno desde el infierno, Halford restablece su relación de amistad con Hill y el dúo de guitarristas y poco a poco se inicia el camino del retorno a la banda. Siempre en base a su estilo reacio a los adjetivos calificativos, Milà da a entender que Halford recapacitó y recuperó el “buen camino”, al lado de sus compañeros de toda su vida. Para los fanáticos de la voz de Priest, el autor omite casi completamente sus discos como solista, no sabemos por si restarle valor o por el solo hecho que no llevaban la marca “Priest”. De esta manera, Halford aparece protagonizando una larga travesía del desierto, renegando de la música que lo convirtió en un ícono para millones de seguidores, pero redimiéndose de sus culpas al volver al cubil que lo vio convertirse en leyenda.
Con todo, no queremos dejar de apuntar las debilidades del libro. Lo primero es señalar que se extrañan fuentes originales, que hubiesen permitido complejizar capítulos fundamentales de la historia de los Priest. Por ejemplo, si bien se menciona la afición al alcohol y las drogas de Halford durante los ’80, cuando lo apremiaba su oculta homosexualidad, pareciera que el resto eran abstemios. Poco o nada se nos informa de la vida personal de los integrantes de la banda, de sus esposas, de sus hijos, de sus motivaciones, quedando reducidas sus vidas a su labor en Judas Priest. La única excepción es la mención de la larga enfermedad y muerte del padre de Glenn Tipton, a principios de la década de 2000. Sabemos que la existencia humana es multidimensional y no es posible explicarla unívocamente. Por este motivo, se extrañan entrevistas a los integrantes del grupo o de gente de su entorno, que sin dudas hubiesen enriquecido el texto. Por otra parte, se insiste en demasía en detallar las giras de la banda. Minuciosamente, se menciona lugar por lugar, pueblo por pueblo que recorrieron las extensas giras de Judas Priest. Ayuda a comprender la importancia del éxito en Estados Unidos para consolidarlos como referentes del metal, pero a ratos parecen majaderas tantas especificaciones. Por último, es una muletilla innecesaria para una obra que pretende ser leída por un público amplio y no solo catalán, que el autor nunca hable de “España”, sino de “Estado español”.
Sin embargo, estimamos que estas críticas deben balancearse con el carácter de esta obra, escrita por un fanático y no una persona proveniente del entorno de la industria musical. Por sobre todo, destacamos que Marc Milà demuestra que siendo un out siders, es posible construir un texto serio, riguroso, universal, que cualquier amante de la música disfrutará.
Weichafe
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