El autor del libro JUDAS PRIEST - Los dioses del Metal, Marc Milà Hernández, responde a nuestras preguntas acerca de este trabajo sobre una de las bandas más importantes de todos los tiempos.
Martín: Qué tal todo Marc! Ya tenemos entre las manos tu primer libro, y por lo que he leído el último. ¿Qué es lo que te ha llevado a escribir un libro así sin pertenecer al mundo del periodismo ni la literatura?
Marc: Básicamente todo surgió a modo de terapia: como todo fan era muy, pero que muy pesado y constantemente intentaba hablar del grupo en cualquier contexto y situación (actualmente continúo igual, pero intento hacerlo con mayor disimulo…), y mis amigos, familiares y conocidos ya empezaban a mirarme mal cuando insinuaba que iba a sacar el “tema”. Como quería continuar conservando estos lazos sociales, decidí ir ordenando cronológicamente toda aquella información que ya tenía o que iba conociendo del grupo para construir una especie de biografía, eso sí, con la única idea de hacerlo principalmente para mi propio disfrute.
M: ¿Cómo te introdujiste por primera vez en el mundo de JUDAS PRIEST?
M: Calculo que fue en 1983. En aquella época el metal empezaba a tomar fuerza por aquí y, junto a mis dos primos, empecé a escuchar esta bendita música. Recuerdo que entre los tres reuníamos Piece Of Mind, Wheels Of Steel, y Ritchie Blackmore’s Rainbow y cuando alguno de nosotros juntaba suficiente dinero para comprar algún disco o conseguía que alguien le grabara uno, aquello era una fiesta. Imagínate lo que supuso para mí cuando ahorré las seiscientas cincuenta pesetas (“Precio redondo de CBS”, le llamaban) que costaba British Steel, mi primera cassette original, y, con toda la ilusión del mundo, llegué a casa. Saqué el precinto, puse la cinta, apreté el play y sonó «Breaking The Law»… Aquello fue brutal para unos oídos vírgenes como los míos, que desde ese primer momento han estado sometidos a la voluntad del Sumo sacerdote.
M: ¿Ha sido una tarea complicada encontrar tanta información sobre el grupo?¿Cómo te has documentado?
M: No ha resultado demasiado complicado, ya que ha comprendido un largo período de tiempo –la idea surge en el verano de 1993- que me ha permitido acumular, sin ser demasiado consciente de ello, mucha información. El grueso del libro está sacado de las entrevistas publicadas por la prensa española especializada, de algún programa de radio y de determinadas páginas web (todas estas fuentes aparecen detalladas en el capítulo titulado “Acto de contrición”, un apartado que quiero que sea entendido como un reconocimiento a todos estos periodistas y fans).
A lo largo de los siguientes diez años, iba aprovechando los períodos vacacionales para ir ensamblando las declaraciones aparecidas en las entrevistas o las noticias que había recopilado a lo largo de esos meses e intentaba darle cierta coherencia al texto. A todo ello me ayudaban los familiares y conocidos que –conocedores de mi “enfermedad” y encantados con este nuevo papel que les permitía no tener que escucharme- me hacían llegar todo aquello que les llegaba a las manos con el nombre de Judas Priest.
Posteriormente, cuando surgió Internet y unido a ello las páginas increíbles de fans repartidas por todo el mundo -que han sido, y lo continúan siendo, una fuente de inspiración constante y un punto de referencia inexcusable-, el acceso a los datos más antiguos y oscuros de la banda fueron más sencillos. Este proceso de trabajo fue desarrollándose así hasta la vuelta de Rob a Judas Priest en julio de 2003, momento que creí suficientemente significativo para dar la obra por acabada. Desde ese momento y hasta junio de 2007 todo quedó en un documento de Word. Finalmente, a principios de octubre de ese mismo año y tras haber contactado con Quarentena Ediciones, decido traducir el libro al castellano (el texto original está escrito en catalán) y en ese proceso darle los últimos retoques y ampliarlo considerablemente -concretamente con los cuatro últimos capítulos-, para entregárselo a Pere Homs, el editor, en febrero de este 2008.
M: ¿Qué es lo que más te atrae de JUDAS PRIEST?
M: La verdad es que me resulta difícil encontrar una única razón o un motivo que me permita explicar el porqué de tanta devoción. Como ya te he dicho antes, el impacto auditivo que me causaron todas las canciones de British Steel fue increíble, y quizás sea su música –aunque pueda parecer muy obvio y simple- el elemento que mayor peso tuvo: la voz, los solos compartidos, las armonías dobles de guitarra, la muralla sonora que creaban el bajo y la batería... Meses más tarde, cuando en el programa Tocata entrevistaron a Dave Holland junto a Obús para presentar el video de «Freewheel Burning» y vi aquellas imágenes cargadas de fuerza y agresividad, con toda la parafernalia y la imaginería del metal llevada al extremo, definitivamente quedé fascinado.
M: Sin duda la banda contaba con algunas personalidades muy especiales, pero desde tu punto de vista ¿quién ha sido el alma de JUDAS PRIEST?
M: Durante los primeros años de vida de la banda, pienso que K.K. Downing e Ian Hill, al ser los fundadores, fueron quienes pusieron todo su empeño para que aquello funcionara y tirara hacia delante, a pesar de todas las vicisitudes con las que se fueron encontrando hasta sacar Sin After Sin, en 1977.
Evidentemente ante esta pregunta, el primer nombre que te viene a la cabeza es el de Rob Halford. Sin lugar a dudas, él ha sido la imagen definitoria del grupo desde que en el 79 decidió hacer del cuero su segunda piel.
Pero también es cierto que Rob abandonó la nave a principios de los noventa y el grupo continuó con otro cantante. Y creo que es en este momento tan delicado cuando surge realmente el alma máter de Judas Priest en la persona de Glenn Tipton: no sólo en estudio (cuando parecía que no había un rumbo a seguir, cogió el timón componiendo la mayor parte de cortes de Demolition y encargándose de su producción), sino también en directo (en donde su papel fue importantísimos para que Ripper Owens fuese plenamente aceptado durante la presentación de Jugulator) fue quién con su actitud y sus ganas realmente tiró del carro para hacer llegar la música del grupo a todos los rincones del planeta.
M: Con la perspectiva que da el paso del tiempo y sabiendo la polémica que hubo en su momento con algunos de los discos de JUDAS PRIEST ¿qué opinas de un disco como “Turbo”?
M: Está claro que si se tiene que nombrar un disco controvertido en la historia del heavy metal y concretamente en la de Judas Priest, Turbo se lleva la palma con diferencia.
Durante los ochenta, todo lo referente al metal se vivía de una forma muy visceral: era blanco o negro. Años más tarde todo se fue relativizando como consecuencia de las múltiples fusiones a las que fue sometido este género, pero en 1986 heavy metal y comercialidad eran dos términos antagónicos que no podían, a ojos de los fans, ir nunca de la mano. Los Sacerdotes eran la quintaesencia del género y sacar un trabajo como aquel -en donde jugaban con las guitarras sintetizadas, usaban estribillos netamente comerciales y atemperaban su música, sin olvidar ese llamativo cambio de imagen- fue interpretado por todo el mundo como una auténtica ofensa y eso llevó a que se les tachara de renegados y traidores, simple y llanamente. Fueron muy pocos los que vieron que aquello no era más que otro paso en su carrera, fruto de su constante evolución, de querer llevar a los seguidores más allá de sus experiencias musicales anteriores. Siempre ha sido una constante en su historia investigar las diferentes tendencias imperantes, extraer sus propias conclusiones y añadir a su coctelera creativa esos elementos… y en esos días el AOR y el glam causaban auténticos estragos en Estados Unidos.
Curiosamente, después de recibir palos por todos lados (y aquí es donde se nota el liderazgo latente que los Metal Gods han ejercido siempre sobre cualquier otra banda) fueron muchos los grupos que intentaron seguir la senda que Priest habían abierto: Saxon con Rock The Nations, Scorpions con Savage Amusement o Iron Maiden con Somewhere In Time fueron algunos.
Personalmente, es un disco al que le tengo un cariño especial porque fue el primero que me compré coincidiendo con su salida, y lo escuché muchísimo. Creo que se trata de una espléndida y controvertida obra que muestra la increíble y constante evolución musical en la que se mueve el grupo y con la que intentaron crear el sonido que debía comandar la década de los noventa, aunque también debo reconocer que no amalgama todos los elementos clásicos de Priest. Lo que sí está claro es que, como cualquier referencia de la banda, crea opiniones totalmente encontradas y necesita de un tiempo de reposo para poder emitir un justo veredicto. ¿Cómo se explica sino que cuando volvieron a tocar «Turbo Lover» en la gira de Demolition (más de quince años después de hacerlo por primera y única vez en Europa) el público enloqueciera literalmente y se desgañitara cantando el estribillo y botando durante toda la canción, algo impensable a finales de los ochenta?
M: ¿Crees que JUDAS PRIEST fueron decisivos para el nacimiento de un género como el Heavy Metal?
M: Quizás esto sea pasión de fan, pero lo creo firmemente. Siempre han mantenido un liderazgo latente entre el resto de bandas y creo que en su carrera hay, discográficamente hablando, cuatro momentos clave que han marcado los puntos de inflexión en la existencia del metal: Sad Wings Of Destiny, British Steel, el pack formado por Screaming For Vengeance y Defenders Of The Faith y Painkiller.
Con Sad Wings Of Destiny inspiraron a todas las bandas de la incipiente NWOBHM: sus constantes combinaciones de pasajes llenos de luces y sombras, los agudos de Halford y la manera de tocar de Tipton y Downing, fueron la fuente de la que bebieron todas ellas.
Con British Steel marcaron la senda a seguir por los grupos que, como Metallica, Slayer o Anthrax, capitanearían la escena metálica durante los últimos ochenta y los primeros noventa.
Con Screaming For Vengeance y Defenders Of The Faith llevaron el metal a cotas musicales y comerciales inimaginables, en la que acabó siendo la época dorada del género (en aquellos años también se publicaron trabajos del calibre de Balls To The Wall, Powerslave, Crusader, The Last In Line, Love At First Sting, Stay Hungry… sólo por citar algunos al azar).
Finalmente, con Painkiller logran recuperar el interés del público por el heavy metal que había ido perdiendo adeptos en favor del thrash y de las fusiones varias. Igualmente, y quizás ahí radica la gran importancia de este trabajo, se convirtió en el norte que buscaron fans y músicos cuando el grunge desterró a este estilo a realizar la travesía del desierto más larga que jamás tuvo que vivir.
M: Como fan del grupo supongo que habrás vivido algunas experiencias cerca de ellos ¿Tienes alguna anécdota personal o algún recuerdo especial?
M: Hombre, quizás uno de los recuerdos más especiales lo tuve gracias al meet & greet que organizó la revista Metal Hammer en el Pavelló Olímpic de la Vall d’Hebron de Barcelona cuando vinieron a presentar Jugulator en abril de 98. No por la intimidad del encuentro -estuve con ellos y una veintena más de personas- pero sí por las diferentes sensaciones que vives en aquellos momentos y que quedan en tu memoria (la verdad es que estaba tan alucinado que apenas articulé palabra).
Todos los miembros de la banda me parecieron unas personas muy afables y cercanas, y para nada afectadas por los tópicos del éxito y el dinero. Recuerdo que fuera del pabellón había unas cien personas esperándoles. Cuando salieron y se dirigieron hacia el autocar, lo hicieron sin que les acompañara nadie de seguridad, parándose a firmar autógrafos y a hacerse fotografías con todo aquel que se lo pedía (¡hasta hubo padres que llevaron a sus hijos recién nacidos para que Glenn o K.K. los cogieran en brazos y poder inmortalizar la imagen!). Al día siguiente en Madrid pasó un poco lo mismo: aunque no había tanta gente esperándoles, todo el grupo -y muy especialmente Ripper- estaba flipando con el ambiente, creo que ni ellos se imaginaban que sus fans, tras tantos años fuera de circulación, les recibieran con semejantes muestras de admiración.
Con la vuelta de Rob, todo se ha convertido en menos espontáneo: ya no hay posibilidad de “interceptarles” cuando se dirigen al bus y las posibilidades de verlos se limitan únicamente a las citas preestablecidas a través de los famosos pases de backstage. Sólo Scott Travis se molesta en atender -en plena calle- a los fans que esperan lo que sea necesario para saludar, fotografiarse u obtener un autógrafo de alguno de ellos después del concierto.
M: ¿Qué disco del grupo recomendarías a la gente más joven que probablemente hayan escuchado poco de aquellos años en los que JUDAS PRIEST daba sus primeros pasos?
M: Creo que, como mínimo, todos los títulos que he comentado antes (Sad Wings Of Destiné, British Steel, Screaming For Vengeance, Defenders Of The Faith y Painkiller ) deberían estar en la discografía de cualquier fan del metal, sea joven, viejo, hombre, mujer …o lo que quiera, porque son obras imprescindibles para entender los diferentes momentos por los que ha pasado el metal a lo largo de estas décadas. Pero si por fans más jóvenes entendemos aquellos que conocen la producción del grupo a partir de los ochenta, la mejor recomendación -pese a que también sea la más obvia- sea Unleashed In The East, el directo grabado en Japón durante la presentación de Killing Machine a finales de los setenta y que, gracias a los re-masters, recopila una buena muestra de lo mejor que hicieron en aquella década: «Tyrant», «Sinner», «Starbreaker», «Exciter», «Delivering The Goods», «Running Wild», las versiones de «Diamonds & Rust» y «The Green Manalishi (With The Two Pronged-Crown)»… ¡eso sin citar los clásicos atemporales… brutal!
M: ¿Cómo ves el panorama actual del Metal con todas sus nuevas vertientes, la saturación de bandas, internet, etcétera?
M: Creo que el metal está muy vivo. Desde hace mucho tiempo que las constantes mutaciones a las que se ha visto sometido le han insuflado energías renovadas que le permiten seguir adelante, sin que haya motivo para pensar en un final a medio o largo plazo. Los ciclos se repiten y es cierto que el tiempo pone a cada uno en su lugar y son los años los que dicen si un grupo o una tendencia era algo más que una moda.
Por otro lado, es evidente que la oferta de estilos, grupos, discos y formatos, conciertos y festivales resulta absolutamente abrumadora. Hace veinte años, cualquier banda de heavy metal que se acercaba a Barcelona, tocaba ante ocho mil personas en el Palau Municipal dels Esports, básicamente porque al haber pocos grupos lo suficientemente importantes como para poder salir de gira, sus conciertos se vivían como auténticas celebraciones. Ahora, por ejemplo aquí en Barcelona ciudad, en menos de un mes, podremos disfrutar de Devil Driver, Malmsteen, White Lion y Whitesnake (¡sólo por citar a los extranjeros!). Evidentemente será en salas relativamente pequeñas -que difícilmente reventarán su aforo-, pero con precios altísimos, con lo que estás obligado a pensarte muy bien a cuál de ellos asistirás. Quizás la oferta no supera a la demanda, pero sí que pulveriza nuestros bolsillos.
Más o menos sucede lo mismo con los discos: gracias a la proliferación de compañías independientes, muchas bandas que estarían condenadas al ostracismo, tienen la posibilidad de editar sus trabajos y sino, tienen la opción de colgar su música en la red. Evidentemente esto es fantástico, pero también conlleva diversificar las inversiones de los pobres fans.
Antes había menos bandas con contrato discográfico y las novedades llegaban espaciadas en el tiempo, con lo que todo el mundo se veía “obligado” a comprar ese trabajo y los ingresos de las bandas por este concepto eran mayores. Por otro lado, el público podía disfrutar mucho más de la escucha -casi diría que estudiar y diseccionar ese disco- sin que se le “acumulara” el trabajo.
Ahora, con Internet, tienes al alcance de un click la discografía entera de cualquiera por un coste bajísimo (cuestiones morales y pobreza de sonido al margen). Eso hace que pocos se gasten el dinero en los desorbitados precios de los CD, pero también te da la posibilidad de elegir entre el grano y la paja, entre lo que realmente vale la pena.
El resultado de todo ello es que los artistas ganan menos que antes con las ventas de discos, pero lo que pierden por un lado lo recuperan con lo que cobran en sus contratos -y que revierte en el precio de las entradas- o con el merchandising, la auténtica gallina de los huevos de oro.
Está claro que todo tiene una doble lectura y aquí es donde entra la capacidad de cada uno a la hora de discernir si están o no tomándonos el pelo.
M: Nada más, muchas gracias por tus respuestas y aquí tienes un espacio para despedirte de los lectores.
M: Ante todo agradecer a quienes formáis Noizzwebzine por el espacio que me habéis ofrecido para dar a conocer entre vuestros lectores los entresijos que han rodeado el proceso de creación del libro Judas Priest – Los dioses del metal. Y decir también que los beneficios de las ventas derivados de los derechos de autor serán donados a la obra social de la fundación de una conocida clínica oftalmológica de Barcelona.
Muchas gracias,
Rock Hard, Ride Free
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